martes, 28 de abril de 2009

Recogida de impresiones dentales


Autora: Dra. Anna Hospital Ribas




Introducción

La identificación odontológica comparativa es, junto a las huellas dactilares y el estudio del perfil genético (ADN), uno de los métodos de identificación positiva científicamente aceptados. asimismo, el estudio bucodental puede aportar datos muy relevantes para una identificación reconstructiva, especialmente la estimación de la edad y de características dentarias individualizadoras. Por último, el estudio de las huellas por mordeduras en la piel de personas vivas o cadáveres u objetos inanimados puede ser muy útil para un mejor conocimiento de las circunstancias del caso.

En todas estas circunstancias, pero muy especialmente en el estudio de las mordeduras, es de gran importancia la recogida de impresiones dentales. La toma de impresiones dentales es una tarea sencilla y la puede realizar cualquier médico forense. El objetivo del presente trabajo es describir los materiales y la metodología de la recogida de impresiones dentales como paso necesario para un estudio odontológico.


La impresión que se toma de los dientes de una persona se realiza mediante ciertos materiales elásticos no tóxicos (denominados de impresión), como son el alginato y la silicona (de condensación y de adición). posteriormente se utiliza un material rígido como el yeso para vaciar dichas impresiones dentales. para la toma de impresiones en la marca de la mordedura en el sujeto vivo o en el cadáver, las siliconas están muy indicadas, y después se vacían en escayola. Es conveniente realizar varias impresiones de las marcas de las mordeduras.

En cuanto al sospechoso, se efectúa una toma de impresiones con alginato y que después se vacía. En la toma debe tenerse en cuenta que la reproducción de los bordes incisales y superficies oclusales es de máxima importancia para poder establecer después la comparación de la huella de la mordedura.

Tipos de materiales

Material para la toma de impresiones

El material básico recomendado para tomar unas impresiones dentales consiste en una taza de goma, una espátula, agua, una bolsa de alginato (lo venden en depósitos dentales) y unas cubetas dentales de plástico o metálicas de arcada superior e inferior (figs. 1 , 2 y 3).


Figura 1. Taza de goma, espátula y bolsa de alginato.







Figura 2. Cubetas metálicas.






Con los elastómeros (siliconas) también se pueden tener muy buenos resultados. estos materiales tienen la ventaja de que, al ser hidrófugos, son inalterables durante 24 h y, por lo tanto, no precisan el vaciado en yeso inmediatamente. el inconveniente es que son más caros y que deprimen los tejidos blandos por la presión que ejerce su rigidez; por ello, es mejor para los tejidos duros (p. ej., determinados alimentos) que para los blandos.

Material para el vaciado

Se precisa una bolsa de yeso, una taza, una espátula y agua. Se trata de un material rígido para el vaciado de las impresiones.

Propiedades y características

El alginato tiene un largo tiempo de manipulación y el tiempo de fraguado es corto, lo que es muy interesante en odontología. Es un material de baja viscosidad y un comportamiento semiplástico, lo que hace que al comprimirlo durante la toma de la impresión éste se haga más fluido. Es un material mucostático y no comprime las mucosas orales, por lo que permite obtener una buena precisión de detalle del original. Además, es hidrófilo, lo que nos da una buena compatibilidad con la saliva.

A causa de la presentación en forma de polvos, durante la mezcla se incorpora mucho aire y queda un material muy poroso. El correcto espatulado es fundamental para eliminar esos poros; si no lo conseguimos, la capacidad de captar el detalle se reduce mucho.

El alginato, una vez fraguado, se convierte en un sólido débil, poco elástico y flexible. Esto hace que la desinserción de la cubeta con alginato de la boca en zonas retentivas sea fácil (flexibilidad), pero que se genere mucha deformación permanente (baja elasticidad) y en ocasiones se rompa el material en zonas especialmente retentivas, como los espacios interdentales (debilidad). todo esto da como resultado una distorsión de la impresión.

El alginato tiene una mala estabilidad dimensional. para minimizar estos fenómenos es necesario realizar inmediatamete un positivado de la impresión (máximo 1 h) para que no de tiempo a que los cambios volumétricos se produzcan. Si no lo vaciamos de inmediato, se puede mantener la impresión en un medio húmedo cubriendo la impresión con una servilleta de papel húmeda y bien escurrida hasta su positivado.

Otra ventaja es que es barato y de fácil manejo. Todo ello hace que el alginato sea el material de elección, sobre todo en caso de toma de impresiones dentales en cadáveres carbonizados, cuyas estructuras quemadas son fácilmente friables.

Metodología

Preparación del material: dosificación, manipulación y colocación en la cubeta

Se debe seguir las instrucciones del fabricante, pero en general se toman 2 cucharadas de polvo de alginato con 2 medidas de agua (la medida de agua y la cuchara ya vienen con el alginato) y se colocan en la taza. Con la espátula se mezcla el agua y el polvo de alginato durante unos 30 s, hasta que todo el polvo esté mojado. El objetivo es disolver bien el alginato en el agua y, especialmente, eliminar el aire que se introduce entre las partículas de polvo y produce porosidad. Esto lo realizamos comprimiendo enérgica y reiteradamente el material entre la espátula y las paredes de la taza, en sentido giratorio.

Posteriormente se coloca el material en la cubeta; debe hacerse rápidamente y antes de que el alginato empiece a fraguar, pues su tiempo de fraguado es corto. Debemos evitar que se atrape mucho aire entre la cubeta y el material.

Colocación en la boca y desinserción de la cubeta

Se coloca la cubeta en la boca del cadáver o ser vivo a nivel de la arcada superior y se espera aproximadamente 1 min; durante esta fase se produce la solidificación del material, por lo que es necesario mantenerlo en absoluto reposo. en el caso de un cadáver, debido a que la temperatura corporal es más baja que en un ser vivo y tarda más en fraguar, se puede esperar 90 s.

La desinserción de la cubeta se debe hacer en sentido perpendicular al eje de los dientes y rápidamente, con el fin de que se produzca la mínima deformación permanente (fig. 3).

Figura 3. Impresión de alginato.

Se repite la misma operación pero a nivel de la arcada inferior, se espera un minuto y se retira de la boca.

Conservación

La impresión debe conservarse durante el mínimo tiempo y en un medio húmedo, como puede ser una bolsa hermética o cubierta con una servilleta húmeda. Es importante no apoyar en la mesa el material de impresión, ya que puede deformarse permanentemente; debe apoyarse siempre la cubeta.

Positivado o vaciado

Una vez tenemos las impresiones dentales de alginato, se vacía con yeso o escayola. Se mezcla el polvo de yeso con agua en la taza hasta tener una pasta consistente y se coloca poco a poco encima de las impresiones dentales. Una vez colocado el yeso, se espera a que fragüe.

Desinserción del modelo

No debemos diferirla mucho, unas 2 h, con el fin de que no se deshidrate el material y se ponga rígido y para que no se altere la superficie del modelo de yeso, ya que podría quedar reblandecida (fig. 4).

Figura 4. Modelos de yeso una vez se ha vaciado la impresión.

En caso de utilizar silicona para la impresión dental, se mezclan la base y el catalizador (una cuchara de cada) durante 30 s y se coloca en la cubeta para tomar la impresión de la dentadura. El tiempo de fraguado es de 5 min, tras lo cual puede retirarse. frente al alginato, presenta la ventaja de que el vaciado con yeso no debe ser inmediato y puede realizarse entre 4 y 24 h después. finalmente, la recogida de impresiones dentales de un presunto sospechoso debe llevarse a cabo previo consentimiento en el contexto de un examen bucodental (examen clínico oral, fotografías y registro interoclusal). En el caso de las mordeduras, la toma de impresiones es el último paso de su análisis, junto con el examen visual de la mordedura, la posible recogida de muestras de saliva y la toma de fotografías.

Rev Esp Med Legal. 2008


Bibliografía recomendada Browers cm. forensic dental evidence: an investigator's handbook. 1.a ed. San Diego: Elsevier-Academic Press; 2004.

Correa Ramírez A. Estomatología forense. México: Trillas; 1990. cromer aH. materiales dentales. 4.a ed.
Madrid: Reverte; 1996. macchi rL. materiales dentales. 3.a ed. Buenos aires: medica panamericana; 2002.

Moya Pueyo V, Roldán Garrido B, Sánchez Sánchez JA. Odontología legal y forense. Barcelona: Masson; 1994.

Valenzuela Garach A, Martín de las Heras S. Odontología forense. en: Villanueva cañadas e, editor. Gisbert calabuig. medicina legal y toxicología. 6.a ed. Barcelona: Masson; 2004; p. 1310-24.


Articulo reproducido con la autorización de la Dra. A. Hospital.
Instituto de medicina Legal de Cataluña. Balmes, 7, 6.a planta.
08007 Barcelona. España.
ana.hospital@xij.gencat.net


viernes, 24 de abril de 2009

Seminario del SECIP "Escritura y falsificación de documentos"




Los próximos días 14 y 15 de mayo organizado por ACRA (Asociación de Criminólogos de Alicante) y ANTUD (Asociación Nacional de Técnicos Universitarios en Documentoscopia , se celebrará en el Aula Magna del edificio "Altabix" de la Universidad Miguel Hernández el Seminario de documentoscopia titulado "Escritura y falsificación de documentos".



"La criminalística al servicio de la seguridad" que se inscribe dentro de la oferta presencial de Prácticum de los alumnos del SECIP y dentro del apartado "Conferencias" para los alumnos del título de ICC.

A dicho Seminario también tiene acceso cualquier interesado, aunque no esté matriculado en alguno de los títulos del SECIP.

Ha sido solicitada la homologación del IVASP como curso de 20 horas.

Podéis acceder a toda la información en :

http://secip.umh.es/_Documentos/diptico_seminarioANTUD.pdf

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II Curso de Especialización en Victimología Forense


Los días 4 y 5 de Mayo, La Sociedad Murciana de Estudios Criminologícos y la Fundación de Victimología presentan una nueva edición del "Curso de Especialización en Victimología Forense," en esta ocasión con el tema monográfico: "Avances en Técnicas Forenses de Identificación en Victimas".

El lugar donde se impartirán las ponencias es en el salón de actos de CajaMurcia, en "Las Claras". Las sesiones que serán por la mañana de 10 a 14 horas y por la tarde de 16 a 20 horas.

El programa y los datos para formalizar la incripción las encontrarás en este enlace: IICursoVictimología.pdf. Para más información, puedes contactar con somecmurcia@gmail.comEsta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

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domingo, 19 de abril de 2009

LA ESCENA DEL CRIMEN EN EL CRIMINAL PROFILING.


Autor: Jorge Jiménez Serrano.



DETENGASE, MIRE, ESCUCHE Y COMIENCE EL REGISTRO. Jack Mc. Arthur


Para la realización del criminal profiling, el profiler (perfilador) debe analizar varios elementos del crimen, entre ellos el análisis de la escena del crimen. Este trabajo pretende asomarse a ese análisis, mostrando cuál sería las fases, las cuestiones que debe plantearse y la información que se puede extraer para la elaboración del profiling. Se muestra la tipología de escenas del crimen, el trabajo policial y forense y su análisis para la realización del profiling. Mostramos también una clasificación de escenas del crimen muy usada por el F.B.I.




LA ESCENA DEL CRIMEN EN EL CRIMINAL PROFILING.


La técnica del criminal profiling (perfil criminológico) fue creada por el F.B.I y su Unidad de Ciencias del comportamiento como una herramienta para ayudar en las investigaciones. Básicamente consiste en una técnica para describir el comportamiento y características (físicas, psicológicas, geográfica, sociales...) probables del autor desconocido de un asesinato o de una serie de asesinatos. Posteriormente, debido a su falta de metodología estándar, se han generado distintos conceptos afines que se usan indistintamente como Criminal investigative Analysis, offender profiling, behavioral evidence analysis, criminal profile.

Para la realización del criminal profiling, el profiler (perfilador) debe analizar varios elementos del crimen, entre ellos el análisis de la escena del crimen. Este trabajo pretende asomarse a ese análisis, mostrando cuál sería las fases, las cuestiones que debe plantearse y la información que se puede extraer para la elaboración del profiling.


TIPOLOGÍA DE ESCENAS DEL CRIMEN.

La escena del crimen es, como su nombre indica, el lugar que el asesino ha elegido para matar a su víctima. Las escenas pueden ser varias si el asesino ha usado varios lugares desde que atrapa su víctima hasta que la deja. Puede atraparla en un sitio, torturarla en un segundo, matarla en un tercero y trasladarla a un cuarto para abandonarla allí (Jiménez, 2006). Existen varias tipologías de escenas del crimen en función del criterio que usemos para clasificarlas.

En primer lugar, siguiendo a Turvey (2008), podemos establecer una tipología de localización de la escena del crimen, atendiendo al ambiente en el que se encuentra, así tendríamos:

Escena de interior: Las que se producen en el interior de una estructura como casas, apartamentos, edificios, naves...

Escenas de vehículos: Las que se producen en el interior de vehículos de transportes tales como coches, camiones, barcos, trenes...

Escenas de exterior: Las que se producen a campo abierto en parques, bosques, desiertos...

Escenas bajo agua: Las que se producen en el medio acuático como pantanos, ríos, pozos, mar...

En la investigación resulta primordial una escena muy concreta del crimen, que es la escena donde se encuentra el cadáver, ésta es una escena que puede aportar datos muy valiosos para la investigación tanto a nivel de indicios forenses, como para el propio criminal profiling. Turvey aconseja visitar esta escena para establecer relaciones espaciales dentro de la propia escena como con el resto de escenas del crimen que puedan existir. Más adelante veremos qué tipo de cuestiones debe plantearse el profiler sobre ésta y otras escenas.

Añadir respecto a esta escena, que hay que determinar si el cadáver fue abandonado en esa escena y por lo tanto agredido en otra o si por el contrario la escena donde se encuentra el cadáver es además la escena primaria.

Atendiendo al contacto que se produce entre agresor y víctima Turvey (2008) distingue tres tipos de escenas:

Escena primaria: Es donde existe mayor contacto entre el agresor y la victima, donde se invierte más tiempo y donde se realizan el mayor número de agresiones a la victima. Debido a estas características es una escena importante a nivel de pruebas forenses y del criminal profiling. Es posible, como hemos comentado más arriba, que además sea la escena donde se encuentra el cadáver.

Escena secundaria: Es una escena donde se establece interacción entre agresor y victima pero en menor cantidad respecto a la primaria. Si es la escena donde se abandona el cadáver, es a la vez escena secundaria y de abandono del cuerpo. Dentro de un mismo crimen puede haber varias escenas secundarias.

Escena intermedia: Es una escena intermedia entre la escena primaria y la escena de abandono del cuerpo. Es un tipo de escena secundaria que generalmente sirve para trasladar el cadáver desde la escena primaria hasta la escena donde se va a dejar el cuerpo. Es importante analizar la transferencia que se puede producir desde la escena primaria hasta esta escena y entre ella y la escena de abandono del cuerpo.

Como se ha mencionado anteriormente resulta muy conveniente visitar físicamente estos escenarios por parte del profiler. Más adelante apuntamos las cuestiones que debe plantearse para la realización del criminal profiling en relación a la escena del crimen.



LA INSPECCIÓN TÉCNICO POLICIAL EN LA ESCENA DEL CRIMEN.


El estudio de la escena del delito, con todo lo que ello engloba, es lo que normalmente se conoce como inspección técnico policial. También inspección ocular o reconocimiento judicial, cuando es la propia Autoridad Judicial quien la lleva a cabo. El trabajo que se realiza en la escena de crimen es de suma importancia y repercutirá en el resto del proceso de investigación del hecho delictivo.

Cuando la policía llega al lugar del crimen, lo primero que haces es una observación general de la situación, fijando dicha observación por medio de fotografías o vídeos de todos los lugares de la escena. A partir de aquí se debe usar todo el tiempo que el investigador necesite para prestar a atención a todo aquello que se considere relevante. Un aspecto importante en la inspección técnica policial es el tiempo, el examen de la escena del crimen debe hacerse de la forma más precoz que sea posible (Verdú et al. 2006).

Es importante acordonar la zona y establecer el espacio de la escena del crimen, dejando pasar a esa zona exclusivamente al personal que tenga que hacer algo en ella. Evidentemente la prioridad está en salvaguardar la seguridad de las posibles víctimas con vida y de los propios agentes. Por esto resulta primordial no solo asegurar la zona, sino establecer la muerte real de la víictima, en caso contrario deberá personarse en el lugar un equipo sanitario. Ante esta situación es fundamental que los sanitarios informen de todos los cambios que hayan podido realizar en la escena del crimen para ser tenidos en cuenta, cambios de posición de la víctima, retirada de objeto, huellas, contacto con zonas... Es básico preservar la escena de posibles perturbaciones y contaminación.

En este momento también se procederá a labores de identificación tanto de la víctima, de posibles testigos y de cualquier persona involucrada en el hecho, evidentemente también el posible agresor.

Esta fase de identificación, la seguridad y protección de la escena continúa hasta la llegada de los oficiales encargados de la investigación.

Los oficiales encargados de la escena deben documentar todas las actividades y observaciones que se realicen en la escena: entradas y salidas, posiciones, objetos, condiciones climatológicas y de iluminación, declaraciones de testigos, valoración de posibles peticiones de órdenes de registros, requisación, límites de la escena...

Los oficiales encargados de la escena también deben valorar qué recursos de la policía científica van a necesitar para la recogida de indicios en la escena.

El trabajo en la escena de un crimen debe ser pausado, amplio y escrupuloso (Verdú et al. 2006).

El equipo encargado de la inspección técnico policial deben establecer las características del delito, ajustándolo lo máximo posible al tipo penal del que se trate a priori, deben dar información inicial sobre las posibles vías de investigación que se deben establecer para evitar posible destrucción de pruebas o fuga del culpable/s.


La policía científica acota su campo de trabajo para la recogida de indicios. En función de que sean escenas cerradas o abiertas se suelen usar distintas técnicas:

Escenas cerradas:

* Método punto a punto: el investigador va de una zona objeto que puede contener un indicio a otro sin un orden determinado.

* Método por zonas: la escena se divide en zonas a modo de cuadrículas.

Escenas abiertas:

* Método en espiral: desde un punto inicial y céntrico de la escena, se avanza en espiral hacia fuera.

* Método de rejilla: los investigadores dividen la escena en franjas o rejillas y las van abordando al mismo tiempo. También es posible cuadricular la escena como si se tratase de un yacimiento arqueológico. Hacerlo en forma circular también es apropiado para zonas extensas y con esa geometría. Este tipo de método se realiza cuando hay que trabajar sobre una extensa superficie.

Por regla general, los técnicos deben recoger antes los indicios que puedan ser más perecederos, usando un método de procesamiento y recolección de la evidencia del menos intruso al más intruso.

La manipulación de la evidencia física debe hacerse de manera correcta y en las mejores condiciones posibles para que de dicha evidencia puedan obtenerse resultados válidos y fiables.

Como se ha comentado anteriormente, la seguridad de la escena debe centrarse entre otras cosas en garantizar la no contaminación de los indicios, para ello, un trabajo profesional, pausado y especialmente meticuloso es necesario por parte de los oficiales a cargo, de la policía científica y de toda aquellas personas que puedan estar en algún momento en la escena (personal del juzgado, forense, etc.).

Una vez que el indicio ha sido recolectado usando el procedimiento adecuado, éste debe ser embalado para su envío posterior al laboratorio. Una vez más, la fase de embalado también debe estar garantizada por una buena praxis ya puede hacer que un indicio importante bien recolectado se convierta en inservible al llegar al laboratorio por llegar mal embalado.

En esta fase de embalado el indicio debe ir correctamente documentado mediante etiquetaje e informes.

A partir de aquí, es necesario establecer una cadena de custodia para la seguridad, el control y el transporte del indicio.

INDICIOS FORENSES EN LA ESCENA DEL CRIMEN.

De la escena/s del crimen, la policía científica va recoger una serie de indicios que van a ser fundamentales para el desarrollo de la investigación. A efectos de una investigación criminalística, se va a considerar indicio o vestigio, todo aquel objeto, instrumento, resto, huella, marca, señal…que se usa y/o se produce en la comisión de un hecho, susceptible de ser recogido y de cuyo análisis se van a obtener datos sobre la existencia del hecho delictivo, sobre la identidad del autor de los hechos, sobre el modus operandi, etc.

Los indicios se puede clasificar básicamente en: biológicos, huellas y no biológicos. A continuación vamos a realizar un somero repaso de los indicios que más información pueden aportar en la realización de un criminal profiling, así como qué información se puede sacar de los mismos.

* Biológicos:

Sangre: Además de cuestiones de identificación, los rastros de sangre en la escena del crimen pueden aportar información valiosa respecto a cómo y con qué instrumento hirió el agresor a la víctima, cómo sucedieron los hechos, desplazamientos, modus operandi del criminal, conductas sádicas, de venganza...

Es importante realizar un estudio de las manchas de sangre y de la información que pueden aportan. Las manchas de sangre se pueden clasificar por su mecanismo de producción:

* Proyección: Las que se producen generalmente por la acción de la gravedad o por salpicaduras de una mancha. Dependiendo de la altura a la que caigan y de la posición la forma de la mancha será distinta, así las gotas de sangre oblicuas indican movimiento, informándonos además de la dirección en la que éste se produjo.

* Escurrimiento: El escurrimiento es la morfología que adquiere la mancha como consecuencia de la acción de la gravedad, permitiendo constatar si el cadáver u objeto que contiene la mancha ha sido modificado de su posición.

* Contacto: Son las manchas que reproducen total o parcialmente la forma del objeto que ha estado en contacto con la sangre.

* Impregnación y limpieza: Estas dos últimas formas son el resultado de la imbibición de un tejido por la sangre, de manera que solamente adoptas formas escasamente interpretables. Se producen cuando se limpia de sangre un objeto o cuerpo.

Otras informaciones de la sangre se pueden obtener del estudio de la velocidad de las gotas, las cuales pueden proporcionar datos sobre la situación de la persona que sangra, posición en la escena, instrumento de agresión...También la morfología y cantidad pueden informar del tipo de herida en cuanto al origen arterial o venosa de la sangre.

La búsqueda de sangre se debe realizar en víctima, escena, sospechoso, vehículo...Para buscar la sangre se pueden usar la observación directa o técnicas forenses como luces UV o reactivos de orientación (luminol). Ya que la obtención de pruebas de sangre se puede realizar aunque el agresor haya intentado borrar rastros de sangre, será necesario conocer este hecho para valorar la posibilidad de poseer conciencia forense por parte del agresor, así como experiencia, grado de perfeccionismo, tiempo en la escena del crimen...

La información obtenida del estudio de las manchas de sangre debe usada en el perfil, pues nos puede aportar datos sobre el modus operandi y victimología.

Semen y fluidos vaginales: Además de cuestiones de identificación por pruebas de ADN, la existencia de este tipo de rastros biológicos nos pueden informar del sexo del agresor, de participación de una motivación sexual, conductas sexuales realizadas, tipo de relación con la víctima, sadismo, conciencia forense, experiencia delictiva...

Otros fluidos biológicos (sudor, heces, vómitos, lágrimas...): Además de cuestiones de identificación la existencia de este tipo de rastros deberá ser valorada por el profiler para obtener datos respecto a conductas ritualistas, sádicas, de humillación a al victima (defecar sobre su cuerpo). Por ejemplo, la existencia de vómito cerca del cadáver mutilado nos puede indicar que el agresor no tiene experiencia en esta actividad, que en un momento dado ha sentido asco y repugnancia que le ha obligado a vomitar.

Pelos, cabellos, uñas, piel descamada: Además de información identificativa, la existencia de estos rastros nos puede dar información sobre modus operandi, conducta sádica, método de control de la víctima, conductas defensivas de la víctima, fuerza del agresor, conducta ritualista (ejemplo: lavar o cortar el cabello de la victima).

* Huellas:

Las huellas pueden aportar valiosa información al profiler al margen de cuestiones identificativas. Puede arrojar datos sobre el modus operandi, grado de planificación de la agresión, conciencia forense, victimología, experiencia delictiva o antecedentes penales...En el caso de mordeduras también nos podría indicar conducta de ira, sádicas...


* Indicios no biológicos:

Tóxicos, drogas, medicamentos: La existencia de estos rastros en la escena deben contrastarse con los encontradas en la autopsia para conocer si fueron usados, si se encontraban en el organismo de la victima y si es posible que también fuera usado por el agresor. Esto nos podría dar información sobre el modus operandi, método de aproximación o control de la víctima (ejemplo: la controla con un medicamento paralizador), grado de planificación de la agresión, conocimientos farmacológicos del agresor, grado de uso de la violencia física por parte del agresor, victimología (ejemplo: enfermedades de la victima), conductas sádicas o de ira...

Explosivos y combustibles: En el caso de perfiles sobre terroristas o incendiarios, este tipo de indicios van a aportar al perfilador información sobre el modus opernadi, conocimientos técnicos del agresor, planificación, motivación...

Vestidos y complementos: La existencia de vestidos o complementos nos pueden dar datos de la victimología, modus operandi (ejemplo: la victima es desnudada a la fuerza), información sobre el agresor (ejemplo: se usa para estrangular a la victima una corbata que no pertenece a la misma).

Documentos, voces grabadas, vídeos: Parece evidente que el análisis de este tipo de rastros son muy valiosos para la realización del perfil criminal. Documentos y voces nos pueden indicar sexo, procedencia, nivel educativo, estado emocional y psicológico, planificación. Los vídeos pueden aportar además datos físicos del agresor, modus operandi, relación con la víctima...

Esta lista no pretende ser exhaustiva ni excluyente, el profiler debe valorar todos los indicios encontrados en la escena del crimen, evaluando no solo los datos o resultados forenses de cada uno de ellos, sino además conociendo como se relacionan con la escena del crimen, dónde aparecen, posición, estado, pruebas realizadas y no realizadas, etc. Para ello es evidente que necesita tener amplios conocimientos sobre las técnicas forenses que se realizan en la propia escena del crimen así como en los laboratorios criminalísticos, sobre los resultados que pueden aportar y sobre la interpretación que de esos datos se pueden hacer.

Hasta aquí sería la investigación técnico científica, pero resulta muy interesante para el profiler la información resultante de la investigación procesal, en concreto los datos que se puedan analizar de la fase de reconstrucción de los hechos.

Como indica Burón (2003) la reconstrucción de los hechos se lleva a cabo mediante el traslado del juez instructor al lugar de la comisión del hecho punible, adoptando las medidas oportunas para reproducir el suceso sobre el escenario mismo donde se produjo, con la asistencia de imputados, testigos, etc.

El objetivo como hemos dicho es adquirir conocimiento de la forma en que sucedieron los hechos. La policía en esta situación se dedica a filmar en vídeo la reconstrucción y a asesorar al juez sobre aspectos de la reconstrucción.

Parece por tanto muy indicado que el profiler pueda acceder al informe y/o documento gráfico de la reconstrucción de los hechos ya que sería la forma más cercana posible de conocer lo que sucedió. No obstante, como veremos más adelante, el profiler debe analizar críticamente no solo la investigación técnico científica sino también la reconstrucción de los hechos, aportando, dudando y en su caso rechazando información en base a su conocimiento experto sobre el comportamiento y la psicología criminal.

LA ESCENA DEL CRIMEN PARA EL PROFILER.

Con todos los datos de la inspección técnica policial, los informes preliminares de los investigadores y la reconstrucción de los hechos, el profiler debe analizar aquella información que sea relevante para la elaboración de su criminal profiling.

Para ello, Turvey (2006) recomienda previamente la realización de lo que llama un "equivocal forensic analysis", que sería algo así como la revisión crítica de todo el conjunto de pruebas físicas, cuestionando y revisando las conclusiones e hipótesis.

El profiler debe revisar con actitud crítica los resultados y conclusiones de la investigación, sin dar nada por sentado, analizando las posibles contradicciones, los prejuicios y las teorías preconcebidas que los investigadores hayan podido incluir en la investigación. El profiler debe garantizar la objetividad y rigurosidad científica de su criminal profiling.

Las cuestiones que debe plantearse y responder en relación a los datos obtenidos del análisis de la escena del crimen serían (hablaremos de escena pero teniendo en cuenta las tipologías anteriormente descritas):

* Vinculación de personas con la escena:

Los datos forenses tales como huellas dactilares, sangre, ADN... pueden aportar datos sobre relación de determinadas personas con la escena del crimen. En algunas ocasiones pueden aportar datos sobre características físicas, de raza, sexo...del agresor.

Es necesario además vincular al agresor y a la victima con la escena, considerando si ésta puede tener algún significado para alguno de ellos, si es una escena elegida u oportunista, qué relación puede tener la escena con cada uno de ellos (es el lugar de trabajo de la victima, es un lugar frecuentado por ella, es un lugar completamente desconocido para la victima, pertenece a la geografía de las rutinas diarias del agresor, es una lugar apartado y de difícil acceso...).

Hay que tratar de vincular qué tipo de personas pueden estar relacionadas con la escena.

* Características de la escena:

En relación con lo anterior, hay que describir las características de la escena para individualizarla dentro de un ambiente y de un comportamiento geográfico del criminal. Debemos responder a algunas cuestiones:

* ¿Cómo es de grande la escena?
* ¿Cómo se llega hasta ella, a pie, en coche, transporte público?
* ¿Quiénes frecuentan esta escena, qué tipo de personas, qué actividad se realiza en ella, qué nivel socioeconómico tienen sus habitantes...?
* ¿Es un lugar conocido por personas concretas?¿puede acceder cualquiera?
* ¿Qué y cuántas vías de entrada y salida tiene esa escena?
* ¿Cómo llega la victima y agresor a ella?

En resumen, tenemos que encajar la escena como una pieza fundamental dentro del crimen, individualizándola, relacionándola con un tipo/s de persona/s, actividades, geografía, accesibilidades, emociones...

Una escena puede ser oportunista pero eso no quiere decir que no tenga importancia, que no se relacione con la víctima, el agresor o ambos. La escena no es aséptica, no es neutra, es parte fundamental del contacto entre el agresor y su victima, es el escenario donde interaccionan y por tanto conociendo a ésta podemos conocer en parte al agresor.

Desde la perspectiva de la Psicología Investigativa del equipo del Dr. Canter, de la criminología ambiental y de los perfiles psicogeográficos, la escena del crimen tiene una importancia vital de relación con el comportamiento geográfico del criminal. De tal manera que con el análisis geográfico de las distintas escenas del crimen junto con la correlación de determinadas características de los crímenes, sería posible establecer una zona donde puede residir el agresor y una zona donde actuaría en el futuro. Al ser este un trabajo desde una posición más deductiva que inductiva en el criminal profiling, no nos vamos a extender en estas perspectivas de investigación, aunque era necesario mencionarlas para dejar patente la importancia que la escena tiene en la conducta criminal. No obstante recomiendo al lector que las conozca.

* Analizar método de aproximación:

Con los datos aportados por el análisis de la escena del crimen podemos establecer el método de aproximación usado por el agresor.

El método de aproximación se refiere a la forma o estrategia que usa el agresor para aproximarse a la victima (Turvey, 2006). Se pueden usar varios métodos de aproximación:

* Sorpresa: El agresor se aproxima a la victima sorprendiéndola en un momento de vulnerabilidad, cuando la persona está ocupada, distraída o durmiendo.

* Engaño: El agresor se aproxima a la victima engañándola para ganarse su confianza.

* Súbitamente: Como explica Turvey, los autores Burgess y Hazelwood que establecen esta clasificación, hablan de aproximación de relámpago o súbita refiriéndose a que el agresor se acerca a la víctima e inmediatamente inicia su ataque, en cuyo caso, debería de hablarse más que de método de aproximación de método de ataque que veremos más adelante. En este caso, Turvey nos dice que la aproximación súbita podría considerarse sorpresa.

* Analizar método de ataque:

Con los datos aportados por el análisis de la escena del crimen podemos establecer el método de ataque usado por el agresor.

El método de ataque se refiere al mecanismo que usa el agresor una vez que se ha aproximado a la victima para dominarla, generalmente con la fuerza o la amenaza verbal (Turvey, 2006). Puede ser:

* Amenaza verbal: después de aproximarse la amenaza verbalmente para conseguir que haga lo que quiere.

* Uso de fuerza con o sin arma: después de aproximarse la ataca físicamente para conseguir que haga lo que quiere, la golpea para dejarla sin capacidad de reacción.

* Amenaza verbal y uso de arma: después de aproximarse la amenaza verbalmente con agredirla con un arma si no hace lo que quiere.

*Analizar método de control:

Con los datos aportados por el análisis de la escena del crimen podemos establecer el método de ataque usado por el agresor.

Una vez que el agresor se ha aproximado a la victima, la ha atacado para dominarla y evitar su capacidad de reacción, necesita tiempo y la colaboración de la victima para poder agredirla. Para que el agresor pueda consumar su agresión, pueda manipular y someter debe tener controlada a la victima y así no tener que dedicar tiempo ni recursos a sus reacciones defensivas.

Ese control se puede realizar de varias formas:

* Usando la fuerza: golpear a la victima para dejarla inconsciente, atarla, uso de grilletes...

* Amenazas verbales: se amenaza con hacerle daño físico o matarla si no se está quieta.

* Con la presencia de armas: presencia de una pistola, cuchillo, barra de hierro...

El análisis del método de aproximación, ataque y control pueden incluirse también en la evaluación del modus operandi del agresor, pero con los datos forenses y el análisis que se hace de la escena del crimen podemos obtener datos que nos ayuden a entender como son los primeros contactos y la agresión inmediata que se realizan sobre la victima. Estos datos nos aportarán unas características concretas de comportamiento y psicológicas para realizar nuestro criminal profiling.

* Analizar actos de precaución:

Los actos precaución también suelen denominarse en el ámbito de la criminología como conciencia forense. Son acciones que realiza el agresor, antes, durante y después del crimen para ocultar, confundir y despistar a los investigadores respecto a cómo sucedieron los hechos y principalmente dirigidas impedir su identificación. En este caso, no la presencia, sino más bien la ausencia de determinados indicios o rastros que tendría que haber en la escena del crimen nos pueden indicar que el agresor ha alterado la escena para dificultar su arresto y las labores de investigación.

Los actos de precaución pueden ir desde el uso de máscaras o disfraces para ocultar su identidad, uso de guantes o condones, incendio de la escena, selección de victimas desconocidas, limpiar la sangre...

La existencia de estos actos de precaución nos puede informar en función de la clase y complejidad de dichos actos de un determinado nivel de conocimiento en cuestiones médicas, forenses, policiales, químicas...nos puede indicar un nivel de perfeccionamiento, planificación, improvisación...

Los actos de precaución generalmente se van adquiriendo y desarrollando con la experiencia acumulada por agresor, así en su primer crimen, los actos de precaución son casi inexistentes, de ahí que sea muy importante analizar bien los primeros crímenes para encontrar datos que puedan ser enmascarados en futuros. El hecho de que pueda estar "fichado" por la policía hace que deba borrar todos los indicios forenses que puedan conducir a su identificación.

La proliferación hoy en día de numerosas series de televisión sobre temas de investigación forense y criminal hace que sea más difícil establecer una experiencia criminal previa en función de los actos de precaución, ya que en esas series un criminal "novato" puede aprender muchos actos de precaución que en otras circunstancias le llevaría mucho tiempo aprender.

* Analizar la posible simulación de escenas:

Amañar o simular la escena del crimen estaría muy relacionado con los actos de precaución solo que la simulación en este caso supone una alteración mucho más compleja, planificada y global de la escena por parte del agresor. No se trata tanto de eliminar indicios como de alterar los indicios para dirigir a la policía a líneas de investigación equivocadas. El agresor manipula los indicios y añade rastros para que parezca la escena de otro crimen distinto al que sucedió. Por ejemplo un marido que mata a su mujer y simula la escena de un robo en la casa con el resultado además de la muerte de su esposa.

Para detectar la simulación de la escena, el profiler debe analizar y valorar cada uno de los indicios y resultados forenses de la escena, análisis individualizado y de conjunto, descubriendo posibles contradicciones e incoherencias, teniendo en cuenta que las personas pueden simular pero las pruebas no.

Hay que tener una visión de cada indicio dentro de la escena, dónde se encuentra, posición, cómo se relaciona con el resto de indicios, coherencia con la reconstrucción del suceso, coherencia con el resto de resultados forenses, coherencia con nuestros datos del criminal profiling, coherencia con nuestros conocimientos y experiencias sobre comportamiento y psicología criminal...

Quizá es la parte del análisis de la escena del crimen que puede resultar más difícil de realizar, pero es primordial para realizar nuestro criminal profiling de manera acertada.

LA DICOTOMÍA ORGANIZADA/DESORGANIZADA DEL F.B.I

Quizá la clasificación más famosa y usada en la técnica del criminal profiling respecto a la escena del crimen, es la que se relaciona con la tipología de criminales realizada por el F.B.I y la Unidad de Ciencias del Comportamiento, en concreto la clasificación criminal organizado-desorganizado.


Tras analizar muchas escenas criminales y delincuentes, llegaron a la conclusión de que los asesinos podían clasificarse en asesinos organizados y asesinos desorganizados. Ressler, profiler del F.B.I explica en su libro asesinos en serie, que hay asesinos que muestran cierta lógica en lo que hacen, son metódicos, planifican sus crímenes, son inteligentes y competentes socialmente, sería los llamados asesinos organizados. Por otra parte estarían los asesinos impulsivos, pocos inteligentes, que son incapaces de planificar sus crímenes, generalmente relacionados con trastornos esquizofrénicos, serían los asesinos desorganizados.

Desde el punto de vista psicopatológico el organizado estaría relacionado con personas psicópatas y el desorganizados con trastornos psicóticos. Ressler y los profilers del F.B.I emplearon la terminología organizado-desorganizado para que las fuerzas del orden público la pudieran usar sin tener en cuenta los matices psicopatológicos.

Los profilers del F.B.I argumentan que las diferencias entre una escena del crimen organizada y desorganizada radica en las mismas diferencias encontradas en la personalidad de los criminales organizados y desorganizados. Es decir, quien es organizado en su vida normal, será organizado cuando perpetre sus crímenes, y quien es desorganizado en su día a día, tenderá a ser desorganizado en sus crímenes. Estos grados de organización y desorganización podrán evidenciarse en la escena del crimen (Holmes & Holmes, 2009).

A continuación se muestra una tabla sacada del libro de Holmes & Holmes que compara las diferencias entre una escena del crimen de un agresor organizado y otra de un agresor desorganizado.




En líneas generales, las diferencias en las distintas escenas se basan en que una escena organizada va a dar la sensación de haber sido más planificada, los pasos y modus operandi desplegado por el criminal obedecen más a un cuidadoso plan que a un ataque de agresividad y violencia repentina. El desorganizado actúa casi sin premeditación en la escena, no controla nada de lo que hace, sin embargo el organizado ha pensado en lo que tiene que hacer, hay poca improvisación y todo sus movimientos parece haber sido ensayados anteriormente, controla todo lo que ocurre.

El criminal organizado usa un arma que generalmente ha llevado consigo, es parte de su plan, el desorganizado usa un arma de oportunidad de la misma escena y muy posiblemente la deje allí.

El organizado personaliza su victima, necesita una persona a la que humillar, controlar, agredir, el agresor interactúa, se comunica con ella, tiene un significado, mientras que para el desorganizado la victima está despersonalizada, es un objeto con el que no quiere tener ninguna relación, no le vale para nada excepto ser el blanco de su ira, de su agresividad. Eso se percibe en la escena, en la manipulación y heridas de la victima.

El agresor organizado planea su huida, borra o trata de no dejar indicios que lo delaten, controla su fuga y eso se percibe en el "orden" y "limpieza" en la que deja la escena, mientras el desorganizado, en su descontrol psicótico no es capaz de realizar actos de precaución, huye apresuradamente, deja numerosas huellas, rastros e indicios.

No obstante, en la práctica real es difícil encontrar agresores y por tanto escenas totalmente organizadas o totalmente desorganizadas, más bien lo que se suele dar son escenas y comportamientos mixtos. Quizá la escena desorganizada de un crimen perpetrado por un psicótico durante un brote sea más fácil de encontrar y distinguir que una escena puramente organizada, en la que posiblemente se puedan encontrar muchos signos organizados mezclados a veces con elementos desorganizados. Eso obliga al profiler a no tratar de querer encontrar las escenas puras y que se adapten a sus estereotipos, sino a encontrar solo aquello que las evidencias hayan mostrado, huyendo de clasificaciones encorsetadas, impermeables y excluyentes que hagan perder el rigor y la objetividad del criminal profiling.

Autor: Jorge Jiménez Serrano.

Licenciado en Psicología por Universidad Sevilla (España). Experto en Psicopatología Criminal y Forense por el Mental Health, Law and Policy Institute at Simon Fraser University (Canadá), Master en psicopatología criminal y Forense por Universidad Camilo José Cela (España), Criminología Psicosocial por Universidad Complutense (España), Diplomado Universitario en la investigación de la escena del crimen por Universidad de Valencia (España).
Contacto: yordijs@hotmail.com



Referencias bibliográficas:
* Álvarez, Mercedes; Castelló, Ana; Miquel, Marcos; Negre, Carmen; Rodríguez, Hugo; Verdú, Fernando; Verdú, Fernando (Coord.). (2006). Del indicio a la evidencia. Técnicas criminalísticas. Granada: Comares.

* Holmes, R & Holmes, S. (2009). Profiling violent Crimes. An investigative tool. California: Sage.
* Turvey, B. (2008). Criminal profiling. An introduction to behavioral evidence analysis. California: Elservier.
* Burón, J. (2003). Psicología médico-forense. La investigación del delito. Bilbao: Declé de Brouwer.
* Jiménez, J. El perfil psicológico criminal. El caso de la asesina de ancianas. 2006. Disponible en http://www.psicologia-online.com/articulos/2006/perfil_psicologico_criminal.shtml

* Ressler, R.K y Shachtman, T. (2005). Asesinos en serie. Barcelona: Ariel.

Mi agradecimiento a Jorge por su estimable colaboración.

jueves, 16 de abril de 2009

GRAFOLOGÍA CRIMINAL


Esta semana ha llegado a mis manos otro libro recien editado, esta vez se trata de un ejemplar del nuevo libro de mis queridos Mariluz y Francisco , en donde se nos habla de la aplicación de la grafología en la investigación de algunos crímenes .

GRAFOLOGÍA CRIMINAL

VIÑALS, Francisco - PUENTE, Mariluz (2009): Grafología Criminal, Barcelona, Editorial Herder, 525 pp. Prologado por el Ilmo. Sr. José Naval, Magistrado-Juez


La grafología criminal está en auge: las unidades policiales de élite y las divisiones de policía científica se sirven de sus éxitos para resolver las investigaciones. Tras los análisis de notas manuscritas de despedida en presuntos suicidios -dentro de la denominada autopsia psicológica-, se está incrementando la presentación de informes grafológicos en ámbitos tan diversos como los juzgados de familia, los casos de violencia de género o de desavenencias matrimoniales.

En esta obra se revelan los nuevos ámbitos de aplicación de la grafología criminal, sus perfiles y los nuevos horizontes de uso de la grafopsicología y grafopatología como complemento de la pericia caligráfica. Esto permite ir un paso más allá, como en el caso del asesinato de la psicóloga Anna Permanyer donde se pudo demostrar que la víctima había sido obligada a firmar un contrato de arras con fuerza y coacción para apoderarse de su vivienda o también desde el punto de vista histórico, permitiendo orientar en la solución de casos sin resolver como el de Jack el destripador o el del asesino del Zodiaco que son primicia en esta obra.

Los autores Francisco Viñals y Mª Luz Puente, directores del Máster en Criminalística y Máster en Grafoanálisis Europeo de la Universidad Autónoma de Barcelona, presentan un gran número de ejemplos prácticos aportando un gran valor pedagógico.

Autores:

Francisco Viñals Carrera es grafoanalista, jurista , criminalista y profesor doctor de la World Jurist Association (organización internacional dedicada a promover la paz mundial); diploma universitario de Estudios Estratégicos especialidad inteligencia. Ha sido Director Técnico de especialidades en el Instituto de Criminología de la Universidad Complutense, Secc. Del. Univ. de Córdoba. Por sus servicios destacados como analista de escritos y documentos en el Estado Mayor, así como profesor de oficiales de inteligencia, fue condecorado por el Ministerio de Defensa con la Cruz de Primera Clase de la Orden del Mérito Militar.

Asimismo, por su labor como presidente de la Agrupación de Grafoanalistas Consultivos de España y Coordinador de las especialidades grafológicas en la UAB, ha sido seleccionado e incluido en -Personatges de Catalunya- (Personajes de Cataluña) de la Historia Contemporánea de Cataluña (2003).

Es miembro de Honor de la Asociación de AFAS, miembro en activo de International Police Association y Profesor de la Escuela de Policía de Cataluña


Mª Luz Puente Balsells es antropóloga, grafoanalista y perito calígrafo judicial, especializada por la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid ;en grafopsicología por la Universidad Pontificia de Salamanca y en Servicios de Inteligencia por la Universidad de Barcelona.

Coordinadora de Pericia Caligráfica Judicial, Peritaje Grafopsicológico, Criminalista, Infoanálisis y técnicas avanzadas en ciencias forenses, entre otras especialidades de la Escola de Doctorat i Formació Continuada (E. Postgrau), y Profesora de tècniques científiques aplicades a la investigació de l'ilícit de la Escola de Prevenció i Seguretat Integral, de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Ha sido también profesora de Ciencias de la Información y además de articulista en diversos medios es asimismo asesora técnica de la Agrupación de Grafoanalistas Consultivos de España y de la Asociación Profesional de Peritos Calígrafos de Catalunya. Medalla al Mérito Criminológico (ADPCI).


Otros títulos:

Francisco Viñals Carrera y Mª Luz Puente Balsells

-Diccionario Jurídico-pericial del documento escrito 708 págs.

-Análisis de Escritos y Documentos en los Servicios Secretos 324 págs.

-Pericia Caligráfica Judicial. Práctica, casos y modelos. 488 págs.

-Psicodiagnóstico por la Escritura. Grafoanálisis Transaccional 358 págs.



Crímenes resueltos por la grafología
"Publicado en Diario el Mundo"

Delatados por nuestras propias manos

Carme Badía, principal acusada del caso Permanyer.

Esta técnica fue decisiva en casos como el asesinato de Anna Permanyer

La grafía extremadamente angulosa de un maltratador, la letra redondeada y con diferente presión característica de muchas jóvenes anoréxicas, la fragmentación lineal de la esquizofrenia o, en el caso de los trastornos depresivos, "la escritura descendente, finales caídos, barras de "t" caídas o ausentes, escritura floja y laxa, sin relieve, empequeñecida y puntuación ausente", son algunas de las máximas generalidades de la grafología, aplicada a la rama forense y psiquiátrica.


La voluntad de explicar esta disciplina corre a cargo de dos reputados grafólogos Francisco Viñals y María Luz Puente, en su nuevo libro 'Grafología Criminal' (Herder), que analiza minuciosamente estas alteraciones con ejemplos gráficos y reproduciendo cartas reales, para luego detallar con ejemplos las caligrafías de personajes tristemente célebres, desde Adolf Hitler, pasando por Jack El Destripador, el atracador «El Solitario», y los asesinos Tony King y Carmen Badia, la mujer condenada por matar a la psicóloga barcelonesa Anna Permanyer.

El volumen pasa, caso por caso, de los trazos "flojos y tensos" de una persona bipolar; o la manifestación de un acusado estrés en el llamado "efecto acordeón» de soltura y apretujamiento de la escritura. En nuestro trazo se muestra, incluso, si existen acusados estados de ansiedad que llevan a un conjunto de escritura "entrecortada, agitada con cambios bruscos de dirección, casi siempre inclinada y acentos afilados". Analiza, también, el llamado «temor circunstancial», delatado por «grandes espacios en blanco, bolsas en el margen derecho, lapsos, torsiones, inhibiciones, saltos y temblor".

Prácticamente todas las patologías tienen una correlación caligráfica. Es el caso, por ejemplo, de un pirómano analizado en el libro, cuya firma tachada sobre sí misma refleja "la autoanulación o descontento de su propia personalidad", con algunos ejes superiores sobrealzados que "indicarían la aspiración a llegar a un status; pero la escritura es floja, motivo por el que no hay fuerza de voluntad: se deja llevar por los estímulos, por las tentaciones, y como quiere hacer algo grande, en el sentido negativo lo consigue incendiando los bienes de los demás".

La excitación causada por la cocaína, como otro ejemplo, lleva a "un engrandecimiento del grafismo, una magnificación que muchas veces va acompañada de la necesidad de escribir en mayúsculas», aunque lo más común en los casos generales de drogadicción son «las alteraciones de la presión y los temblores". En sus más de 500 páginas, este nuevo volumen explica que la aplicación de la grafología en la forensia se desarrolló, primero, en los servicios secretos, y actualmente "no hay una sola élite policial que no se sirva de ella", de la misma forma que la utilizan los médicos, "sobre todo, para dictaminar sobre notas suicidas". El objetivo final es, en todo caso, que el juzgador pueda formarse una opinión apoyándose en "el estado psicofísico del analizado".

El estudio de los grafólogos menciona, también, el caso de dos adolescentes que habían desaparecido, y se trataba de averiguar si lo hicieron en contra de su voluntad o por motivación propia. Los investigadores vieron "letras desligadas y con rasgos de presión ascendente" en el caso de un chico, y síntomas de inadaptación en el caso de una chica de 18 años, cuya caligrafía tenía "una inclinación invertida, con algún rasgo sociopático: mezcla de mayúsculas con minúsculas con trazos infantiles". Huyeron por propia voluntad. Centenares de ejemplos con los que nuestras propias manos nos delatan.

El análisis que derivó en condena

El análisis grafológico más decisivo en un juicio celebrado en Barcelona fue el que se realizó en el famoso ‘caso Permanyer’. El asesinato en extrañas circunstancias y sin móvil claro de una psicóloga, Anna Permanyer, llevó a la detención de tres personas, siendo la principal acusada la inquilina de una de sus propiedades, Carme Badía.


Pero cojeaba el móvil del crimen. Como dijeron los investigadores, la acusación se basaba en "muchos indicios, pero sin una prueba concluyente". El jurado basó la culpabilidad de los dos acusados en pocos elementos. Uno era un pelo de uno de los procesados, Joan Sesplugues, en el cadáver. El otro, un contrato de arras: la supuesta venta del piso arrendado de Permanyer a la inquilina, Carme Badía. Cosa extraña, ya que la familia de la víctima juró y perjuró que Anna no quería venderlo.

Pero había algo que chirriaba en las firmas del contrato. Anna Permanyer siempre había sido muy cuidadosa y pulcra en la firma de los documentos oficiales.

El grafólogo Viñals se encargó de analizar la rúbrica, y aportó al jurado un dictamen concluyente: Anna Permanyer firmó de forma muy distinta, de manera "atormentada", incluso en lugares donde no correspondía. Apuntó, inclusive, que esa firma podría haber sido estampada bajo una presión no sólo de su propia mano, sino obligada físicamente por terceros. El jurado les declaró culpables.

En su libro, Viñals va más allá y analiza la letra de la asesina, Carmen Badía. Resalta "la ‘s’ ocultante con guadaña afilada en la zona inferior junto con otros trazos a modo de objeto cortante, barras de ‘t’ y trazos en diagonal ascendente" o "disparos acerados, formas angulosas en trazo inferior, cambios de presión, letras repasadas o congestionadas, que son también reflejo de desviaciones de la fuerza libidinal que tantas veces encontramos en las escrituras criminales".



miércoles, 15 de abril de 2009

El Modus Operandi hoy día.


Autor:
Félix José Álvarez Saavedra


Desde hace años se ha utilizado el modus operandi como herramienta de investigación que coadyuda a perfeccionar la eficacia policial. De hecho, es habitual el esclarecimiento de hechos delictivos mediante este procedimiento por parte de la Policía, pese a que judicialmente no exista correspondencia entre lo esclarecido por esta y lo enjuiciado por los Tribunales. Nada extraordinario esto último, puesto que difícilmente coincidirán los criterios policiales y judiciales a la hora de calificar un hecho.

Cuando se esclarece un hecho criminal atendiendo a unos, supuestos, criterios de modus operandi puros y duros, los esclarecimientos posteriores de los mismos asuntos por otros métodos (pruebas científicas, suma de indicios, declaraciones inculpatorias, etc.) no hacen más que desacreditar el uso que del modus operandi se hace como herramienta estadística. Por ello habremos de considerar si no es más cierto que el modus operandi no es un buen recurso para establecer un vínculo entre delitos, máxime cuando su uso como herramienta de investigación no puede considerarse tampoco muy eficaz. ¿Por qué?

Pasemos revista a qué es modus operandi y qué no es, a su historia y a lo que ha devenido a ser hoy día, y con ello trataremos de dar respuesta a esa pregunta.

Historia.

Schlesinger[1] dice que las palabras
“modus operandi” aparecen por vez primera en la literatura en 1654 en un texto denominado Zootomía: “porque sus causas, o su modus operandi (la cual es la aplicación de la Causa y el Efecto) no necesitan demostración”. Con posterioridad el término empezó a ser popular en el siglo XIX, con citas en el Edinburg Review en 1835, otra de John Stuart Mill en “Logic III” en 1843, y en el relato corto de Kenneth Grahame “Justifiable Homicide” incluido en los Pagan Papers en 1898.

Pero esta es la parte histórica, el pionero en el uso del término modus operandi en el campo policial fue el mayor británico L. W. Atcherley, quien lo hizo con una finalidad eminentemente práctica.

A finales del siglo XIX las Policías de distintos países y ciudades europeos (no perdamos de vista que la formación policial, las técnicas y métodos de investigación y la coordinación policial estaban en sus orígenes, en plena formación) pusieron en marcha diversos métodos para sistematizar las informaciones recibidas sobre distintos delitos en sus ámbitos territoriales y así mejorar su investigación y esclarecimiento. Genéricamente se les conoció como , y sirvieron durante un tiempo para tales fines.


Atcherley descubrió la forma de utilizar la información acerca de los métodos utilizados por varios criminales que podían ser seguidos de distrito en distrito, tomando como referencia el Crime Index System utilizado por Scotland Yard desde 1896. Con él como referencia, puso en marcha su “modus operandi” estableciendo diez categorías para poder relacionar distintos hechos delictivos con sus perpetradores. Estas categorías eran:


Tipo de lugar: clase de propiedad atacada (casa habitada, casa de huéspedes, hotel, etc.).
Acceso: el punto de acceso (ventana frontal, trasera, etc.).
Útiles: si con instrumentos o herramientas (como una escalera, palanqueta, etc.).
Botín: tipo de bien o de propiedad obtenido.
Hora: no sólo la hora del día o de la noche, también si era horario de servicios religiosos, día de mercado, horas de comida, etc.
Estilo: si el criminal se describe a sí mismo como un mecánico, visitador a domicilio, agente, etc. para conseguir entrar.
Cuento (chisme): cualquier revelación acerca del supuesto negocio o recado que el criminal contase a sus víctimas.
Compinches: si el crimen fue cometido con auxilio de otros delincuentes.
Transporte: si utilizó bicicleta u otro vehículo en relación con el crimen.
Marca personal (Trademark): si el criminal realizó cualquier acto inusual en relación con el crimen (como envenenar el perro, cambiarse ropas, dejar una nota a los propietarios, etc.).

Los esfuerzos de Atcherley con su modus operandi reemplazaron los ficheros de Crime Index System de Scotland Yard diecisiete años después de ser establecidos. Mientras tanto, otros Crime Index System sufrieron transformaciones, algunos desaparecieron sin más, pero el modus operandi ha continuado hasta nuestros días evolucionado y usado hasta el abuso en algunos casos.

Los términos
modus operandi, métodos de operación ó simplemente MO han sido utilizados desde entonces de manera indistinta para señalar una determinada forma de actuar del criminal.

En la década de 1930 las técnicas y procedimientos del modus operandi se convirtieron en parte estandarizada de la literatura de investigación criminal, definiendo el modus operandi como “el principio de que el criminal probablemente usa la misma técnica repetidamente, y que cualquier análisis o dato de la técnica utilizado en cada crimen grave puede proporcionar un significado o permitir una identificación en un crimen en particular”[2].

Usado desde el principio casi exclusivamente para la persecución de delitos contra la propiedad, no fue hasta mediados de los años 60 cuando la necesidad de relacionar hechos criminales violentos en Estados Unidos de Norteamérica marcó el inicio de la revisión de los tradicionales conceptos del modus operandi.

Como vimos más arriba, entre las categorías señaladas por Atcherley, éste reconoció diversas aportaciones individuales o actos inusuales sucedidos en la escena del crimen a las que él denominó
“trademark” (“marca” o “sello personal”). En los años 70 este “sello personal”, pasaría a ser un componente esencial junto al modus operandi, pero diferenciado de éste, en el trazado de perfiles de autores de delitos violentos.

Después, a partir de la década de los 80 del siglo XX, el modus operandi sufre una profunda revisión en su concepción, al considerarse que el mismo evoluciona con el paso del tiempo y la experiencia (fundamentalmente ésta) de un mismo individuo, con lo cual no puede considerarse permanente.


Modus operandi, escena del crimen y autor.

Actualmente se considera que el comportamiento del individuo (delincuente en este caso) en general se mantiene de igual forma, sin importar la actividad que realiza, y que son tres y no sólo una las manifestaciones posibles de comportamiento del ofensor en una escena de crimen: modus operandi, firma o sello personal y escenario.


Aunque la presencia de los tres factores en los delitos contra la propiedad no es habitual, los tres aparecen claramente en la investigación de delitos violentos, y es importante señalar que son fundamentales para la elaboración del perfil psicológico de los autores de este tipo de delitos.

Si intentamos vincular distintos casos con un determinado autor, el modus operandi juega un papel importante, pero no debemos olvidar que no debería ser el único criterio usado para conectar crímenes con sus autores, especialmente con aquellos delincuentes reincidentes que pueden alterar su modus operandi a través de la experiencia que proporciona de aprendizaje, ayudándoles a ganar confianza. También debemos tener en cuenta que la respuesta de la víctima tiene una influencia significativa en la evolución del modus operandi, y que los ofensores continuamente le dan nueva forma para atender las demandas del crimen.

Con los antecedentes anteriores, podemos distinguir hoy día:

a)
El modus operandi. Se compondría de todos aquellos actos estrictamente necesarios para cometer el delito y obtener éxito en su comisión. Sería una conducta aprendida, que se va perfeccionando a lo largo del tiempo, y en el que la respuesta de la víctima también tiene influencia significa en su evolución.

Su uso como base para relacionar delitos partía del principio del razonamiento deductivo de que era una característica estática y propia de un criminal concreto, tal es así que, tradicionalmente, se definía como “una serie de actos distintivos que vinculan diversos crímenes”[3]. De este modo, teóricamente, todos los autores de un mismo tipo delictivo deberían emplear el mismo modus operandi si éste era exitoso, con lo que apenas se podría distinguir un autor de otro si ejecutaban el mismo tipo de delito.

Al tener en cuenta un factor al que denominaremos “variabilidad”, “evolución” o “perfeccionamiento” junto con el imprescindible de “individualización” el modus operandi pierde gran parte de su valor. Esto unido a la ausencia de toma en consideración del sello o firma del delincuente y del escenario lo hacen prácticamente inoperante en realidad (otra cosa será lo que queramos aplicar a efectos de consideraciones estadísticas) en delitos menores.

Dicho lo anterior deberíamos entender que el modus operandi tiene un valor relativo a la hora de relacionar casos cometidos por un mismo autor, ya que la variabilidad que presenta es debida no sólo de la ejecución de un mismo tipo de hecho por distintos individuos sino al aprendizaje que realiza un determinado autor para perfeccionar su técnica delictiva, con el objeto de maximizar los beneficios y minimizar el riesgo de ser detenido.

A colación de lo anterior podemos mencionar autores como Godwin y Rosen, quienes consideran que “el empleo del modus operandi para clasificar o relacionar crímenes es un sistema poco fiable, pues no tiene en cuenta las diversas dinámicas que pueden ocasionar un cambio en el comportamiento del delincuente”[4]. Al hablar de delitos contra la vida o contra las personas, ellos consideran que entre las posibles influencias se encuentra la reacción de las diferentes víctimas. Además, también tienen en cuenta que el modus operandi del delincuente también puede cambiar a lo largo del tiempo como consecuencia de una serie de factores entre los que se encuentra la experiencia. Estos autores dicen que “cuando se comente un crimen como una violación o un asesinato, la experiencia lleva a cierto refinamiento o cambios de conducta para facilitar la perpetración del delito”.

Si quisiéramos profundizar en su estudio, diríamos que hoy día está aceptado que, para los delitos violentos, el modus operandi estudia cuatro factores: el modo de acometer a la víctima o al objeto principal de su delito, las acciones propias para cometerlo, el modo en que se abandona a la víctima, en su caso, y el método de huída del lugar del crimen.

Por todo ello y, dado que el modus operandi responde a un comportamiento aprendido y que el criminal lo desarrolla para conseguir tres cosas (garantizar el éxito, proteger su identidad y facilitar la huida) hay que entender que se encuentra en un estado constante de evolución, para así permitir al criminal hacer frente a las diversas situaciones que se den en cada crimen. Siendo las causas primeras de estos cambios la experiencia, la madurez y la educación (pero fundamentalmente la experiencia).

b) El “sello personal”. También llamado “firma psicológica” o ritual, lo componen todas aquellas conductas innecesarias para la comisión del delito con éxito, pero que cumplen alguna función de satisfacción de pulsiones o motivos del perpetrador. Es propio y característico de cada delincuente y normalmente no varía a lo largo del tiempo (o su cambio es mínimo), en función de la satisfacción de sus motivos o fantasías y de la variación de éstas. Sin importar si entre la primera ofensa y la última han transcurrido 10 años. El ritual puede evolucionar, pero el tema permanece constante.

c) Escena. La valoración de la disposición final de una escena de crimen (escenificación) depende de los investigadores que lleven el caso, de sus habilidades para analizarla y para determinar quién, qué, cómo, y porqué gobernó las acciones acerca de cómo se desarrolló la historia en el lugar.

Entre otros supuestos, pueden detectar una situación de la escena del crimen llamada “staging” por los americanos o, más propiamente, preparación del escenario. Esto ocurre cuando alguien altera la escena a propósito antes de la llegada de la policía.

Principalmente, se prepara un escenario por dos razones – para desviar la investigación del sospechoso más lógico o para proteger a la familia de la/s víctima/s-. En la investigación de delitos violentos los investigadores también deben discernir si la escena está realmente desorganizada o si el ofensor la alteró para que pareciese esa desorganización fortuita y sin cuidado.


Formación policial, tribunales de justicia y literatura técnica.

A todo lo dicho antes, una dificultad añadida es el hecho de que la formación específica de los policías respecto a modus operandi, firma personal o escenario del crimen, tal y como aquí lo contemplamos, es prácticamente nula, por lo que mal se puede aplicar correctamente algo que se desconoce, incluso en sus premisas fundamentales.

Esto es así porque la enseñanza de la investigación policial, no sólo aquí, se ciñe casi por completo a la investigación de los hechos, caso por caso y, muchas veces, tipo por tipo delictivo. No se incluye en esa formación la necesaria metodología para la detección de la similitud de casos investigados, que permitirían concluir finalmente si los mismos han sido obra o no de la misma persona.

La tarea de asignar su autoría a una misma persona recae en un proceso deductivo vinculado con la actuación del delincuente para cometer el hecho (modus operandi al fin y al cabo) que se deja a criterio del responsable de la investigación, aunque en el mercado existen herramientas informáticas que agilizan el trabajo y permiten agrupar los hechos delictivos por especialidad, hora, localización geográfica, etc.

Habitualmente, a la hora de confeccionar los atestados no se siguen rigurosamente los criterios que permitirían discernir si un determinado modus operandi tiene realmente peso específico a la hora de incriminar al delincuente, dando por supuesto en muchos de los casos que su simple mención sirve para individualizar la conducta del detenido.

También desde el ámbito judicial la aportación es mínima, las referencias al modus operandi en las sentencias tampoco se detienen a desgranar uno a uno los argumentos que llevarían a su más estricta y correcta aplicación, limitándose a transcribir, y no siempre, parte de lo mencionado por la policía en sus atestados.

Por último, la literatura relativa a Técnica policial más conocida, bien hace menciones confusas (Södermann[5]), bien no lo cita (Svensson, Fisher, Snyder, Gebert, Locard). Únicamente Reiss, en su famoso
“Manuel de police scientifique (technique)”, hace unas referencias implícitas en distintas páginas y referidas a especialidades delictivas concretas.

¿Por qué ocurre esto en la literatura especializada? Porque, al igual que en la enseñanza formal que reciben los policías, en esos libros se muestra cómo se investiga el hecho criminal aislado, único, sin relación alguna con otros similares. Se habla mucho de la escena del crimen, y de la parte científica de la misma (en el ámbito de la inspección técnico-policial se ha avanzado mucho, incluida la vinculación de indicios científicos), mientras que la parte “psicológica” o “conductual” de la comisión del hecho en sí mismo no es tenida en cuenta.


Conclusiones.

1. Para tener en cuenta el modus operandi de un individuo es preciso tomar en consideración toda una serie de categorías de su comportamiento para la comisión del hecho delictivo, y no sólo una.

2. Las consideraciones sobre modus operandi han de permitir individualizar el comportamiento del sujeto, haciéndolo distinto al de cualquier otro, teniendo para ello en cuenta circunstancias tales como el tipo de hecho delictivo, lugar de comisión y habilidades del sujeto.

3. El modus operandi se va perfeccionando a lo largo del tiempo, siendo insuficiente para relacionar diferentes delitos que no sean contra la propiedad, puesto que se limita a valorar indicios físicos.

4. Además de los indicios físicos valorados a través del modus operandi existen otros de tipo conductual que corresponden al denominado “sello personal” y que, comúnmente, no se tienen en cuenta en las investigaciones policiales.

5. Si para los delitos contra la propiedad el modus operandi puede ser suficiente, para la investigación de delitos violentos, la firma psicológica y el escenario deben ser tenidos en cuenta a la hora de buscar similitudes o desemejanzas y una común autoría.


Bibliografía.

- Atcherley, Mayor L. W.- M. O. (Modus Operandi) in Criminal Investigation and Detection. West Riding of Yorshire. 1913.
- Douglas, John E. y Munn, Corinne.- Violent Crime Scene Analysis. Modus Operandi, Signature, and Staging. FBI Bulletin. Feb. ’92.
- Fisher, Barry A. J.; Svensson, Arne y Wendel, Otto.- Techniques of Crime Scene Investigation. Elsevier. New York, 1987.
- Fosdick, Raymond Blaine.- European Police Systems. The Century Company. New York, 1915.
- Íbidem.- The Modus Operandi System in the Detection of Criminals. Journal of the American Institute of Criminal Law and Criminology. Vol. 6, nº 4 (nov. 1915), pgs. 560-570.
- Gebert, Vernon J.- Practical Homicide Investigation. CRC Press. Boca Raton, Florida, 1993.
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[1] Schlesinger, Louis B.- Serial Offenders Current Thought and Recent Findings. CRC Press. Boulder, Colorado, 2000.

[2] Schlesinger, (op. cit.).

[3] Godwin, Maurice y Rosen, Fred. El rastreador. Alba Editorial. Barcelona, 2006.

[4] Godwin, Maurice y Rosen, Fred (op. cit.).

[5] “La importante labor de ayudar en el descubrimiento de delincuentes mediante un índice de delitos o modus operandi (es decir, según los métodos empleados para cometer el delito) y según la descripción del delincuente…” Södermann, Harry. Métodos modernos de investigación policíaca. Limusa. México, 1986. pg. 90.

Mi agradecimiento a nuestro colega Félix por su colaboración.


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